Nos despedimos en una de las esquinas del Once.
Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado vuelta y me dijo adiós con la mano.
Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros; eran las cinco de una tarde cualquiera; cómo iba yo a saber que aquel río era el triste Aqueronte, el insuperable.
Ya no nos vimos y un año después usted había muerto.
Y ahora yo busco esa memoria y la miro y pienso que era falsa y que detrás de la despedida trivial estaba la infinita separación.
Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estas cosas, la última enseñanza que Platón pone en boca de su maestro. Leí que el alma puede huir cuando muere la carne.
Y ahora no sé si la verdad está en la aciaga interpretación ulterior o en la despedida inocente.
Porque si no mueren las almas, está muy bien que en sus despedidas no haya énfasis.
Decirse adiós es negar la separación, es decir: Hoy jugamos a separarnos pero nos veremos mañana. Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguen contingentes y efímeros.
Delia: alguna vez anudaremos ¿junto a qué río? este diálogo incierto y nos preguntaremos si alguna vez, en una ciudad que se perdía en una llanura, fuimos Borges y Delia.
Jorge Luis Borges - El Hacedor
2 comentarios:
Me gusta este cuento por muchos motivos.
Uno es el sabor a Buenos Aires que tiene: “Nos despedimos en una de las esquinas del Once…” y ese río de vehículos ¿será la Avenida Corrientes?
Y a su vez resulta ser un cuento universal al tocar los temas de la despedida, la muerte y la pregunta de si se verán de vuelta en otra vida.
¡Me encanta!
Agus me quitaste las palabras de la boca, estoy total mente de acuerdo contigo tanto en el absoluto color porteño y en la universalidad tanto del tema como en la misma descripción de la situación, creo que todos se pueden imaginar la misma historia en una avenida transitada de una ciudad en cualquier lugar del mundo.
Para mi este cuento evoca una hermosa aunque en cierto modo triste postal de Buenos Aires con sus abarrotadas calles a la hora pico propias de ciudad cosmopolita y ajetreada, ciudades en las que no nos permitimos ahondar mucho en nada debido a las prisas de la vida moderna y cuando nos toca alguna situación como esta debemos detenernos para pensar en que somos y a donde vamos “ Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estas cosas...Leí que el alma puede huir cuando muere la carne”
Es un bello retrato de nuestra fragilidad como seres humanos, un día estamos y al otro nuestro cuerpo pudo desvanecerse, me encanta como describe la despedida como un juego y presenta lo efímero de la corporeidad y la idea de un alma inmortal a la que no le hace falta profundizar en una idea como la separación por que siempre va a estar.
Me gusta mucho también como la descripción me da esa textura de las películas de quien recuerda pero como en un alo de sueño.
En definitiva me gustó muchísimo.
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